Las primeras cocinas de
inducción salieron a la luz a principios del siglo XX por parte de General
Motors en Estados Unidos. Pero el primer modelo compacto que comercializo salió
a la venta en 1999 por BSH con la colaboración de la Universidad de Zaragoza.
En las cocinas de
inducción podemos poner la mano encima de la placa sin quemarnos, gracias a que
calientan directamente sobre el recipiente mediante un campo magnético generado
por un inductor que dará lugar a un movimiento de los electrones más importante,
a su vez generará más temperatura; a diferencia de las vitrocerámicas que los
hacen mediante calor radiante con el uso de resistencias. Con este proceso se
puede disminuir hasta en un 40 % el gasto eléctrico.
Detectan si hay o no recipiente
sobre su superficie gracias a un sistema de sensores, y si no hay ningún
recipiente no funciona.
Las placas de inducción
calientan mucho más rápido que las vitrocerámicas, lo que permite que el tiempo
empleado en cocinar sea menor. Su limpieza es más sencilla ya que al no
calentarse la placa no se pueden quemar restos de alimentos sobre ella. Es más
segura y evitas quemaduras, la máxima temperatura que alcanza la superficie es
el calor residual. En la imagen de la figura se explica como el huevo solo se haría al estar sobre la sartén ya que la
placa no estaría caliente.
Las cocinas de inducción solo funcionan con
materiales ferromagneticos como el aluminio o el acero.
Te dejo también un vídeo de su funcionamiento:
En cuanto a la bibliografía empleada por Javier para la realización del trabajo, afirma que ha empleado:
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