En ocasiones confundimos los términos de
eficacia y eficiencia cuando, en realidad, existe una gran diferencia entre ser eficiente
y ser eficaz.
Definimos la eficacia como el nivel de
consecución de metas y objetivos. La eficacia hace referencia a nuestra
capacidad para lograr lo que nos proponemos, esto es, nos proponemos como
objetivo acabar un puzle de mil piezas, y en un mes lo acabamos: hemos sido
eficaces, hemos logrado nuestro propósito. Podemos definir la eficiencia
como la relación entre los recursos utilizados en un proyecto y los logros
conseguidos con el mismo. Se entiende que la eficiencia se da cuando se
utilizan menos recursos para lograr un mismo objetivo. O al contrario, cuando se
logran más objetivos con los mismos o menos recursos. En relación con el ejemplo
anterior del puzle, seríamos eficientes tanto si en la terminación del mismo
invirtiésemos menos recursos (menos tiempo, por ejemplo) como si en el mismo
tiempo (con los mismos recursos) alcanzásemos un objetivo más ambicioso (haber
acabado el puzle, sí, y haber empezado uno nuevo).
En relación con la
energía, la eficacia estaría en consumir tanta energía como sea necesaria para
el mantenimiento de nuestro nivel de vida, mientras que la eficiencia energética tiene por
objeto el intentar reducir el consumo de energía obteniendo los mismos
resultados finales, sin pérdida de confort. Se trata pues, de una optimización
del consumo de energía, de un ahorro energético. La eficiencia energética
persigue distintos objetivos que van desde la reducción de costes energéticos
(y la consiguiente maximización del beneficio, desde el punto de vista
empresarial) a la sostenibilidad económica, política y ambiental
Ya existe una entrada en el
blog acerca del ahorro energético y su desarrollo a nivel doméstico, por lo que hoy vamos a centrarnos en su aplicación
a nivel urbano, municipal. Para ello nos centraremos en una serie de ideas:
- Priorización un urbanismo no expansivo que, frente a la construcción indiscriminada en los extrarradios de las ciudades, fomente la ocupación de viviendas deshabitadas mediante su alquiler o venta y la rehabilitación de viviendas. Se trata de no agigantar el tamaño de nuestras ciudades.
- Aprovechamiento de recursos y mejora de la eficiencia de los existentes. Por ejemplo optimizando el ciclo del agua (usándola para riego) mediante la rehabilitación energética de edificios, usando de forma más racional la iluminación de calles y monumentos… Se trata de avanzar hacia el autoabastecimiento energético de las ciudades.
- Mejora en el transporte. Desde el fomento del uso de la bicicleta o el disfrute peatonal de los espacios a la electrificación del transporte mediante la utilización de vehículos eléctricos o híbridos. Se trata de disminuir las emisiones de CO2 vinculadas, en gran medida, al consumo de combustibles fósiles. Esta medida tiene ventajas adicionales como la disminución de accidentes de tráfico, la descongestión del tránsito en las ciudades y también de tipo ambiental, sanitario y social por la disminución de la contaminación.
- Cuidado de las zonas verdes y la biodiversidad urbana. Crear y cuidar los espacios verdes procura ciudades más sostenibles y aumenta la calidad de vida de los ciudadanos.
- Fomentar la participación activa de los ciudadanos ya que de ellos depende la aplicación de medidas relacionadas con la eficiencia energética doméstica y, por tanto, con la sostenibilidad energética de su ciudad. Medidas relacionadas con el uso de bombillas de bajo consumo, uso del transporte público, reducción del consumo de agua, reutilizar o reciclar residuos, consumir únicamente lo necesario, etc. pasan por la concienciación ciudadana. Este tipo de acciones debe apoyarse desde las instituciones mediante sistemas de información y participación pública, como la Agenda 21 Local.
- Implantar nuevas tecnologías, caminar hacia las llamadas ciudades inteligentes y entender la sostenibilidad como un proceso abierto, como un camino en continuo avance, adaptación y aprendizaje.
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