El nacimiento de esta
corriente artística parece situarse en la URSS, allá por 1920, cuando Naum Gabo y Antoine Pevsner
aprovecharon su Manifiesto Realista para hacer alusión por primera vez al arte
cinético, corriente que se hizo especialmente popular en las décadas de los 60
y 70.
En la mayor parte de las
ocasiones el movimiento de la obra es real, no virtual, y el artista busca una
integración de su obra con el espectador. Para provocar el movimiento, el
artista, siguiendo un proyecto rigurosamente planificado, puede servirse de
infinidad de recursos, tanto naturales (el agua, el viento –hace ya tiempo
colgamos en esta bitácora un post dedicado a Theo
Jansen, un famoso escultor cinético‒), como artificiales (motores, poleas,
engranajes, energía electromagnética…)
Pero como más valen
imágenes que palabras, te dejo aquí como ejemplo una obra diseñada por David C.
Roy cuyo portfolio puedes visitar aquí.
El arte cinético no sólo
está presente en museos y galerías, sino también en los hogares: objetos
móviles y coloristas con que se decoran las cunas, juguetes de movimiento
continuo,… De hecho, si te quieres entretener estas vacaciones, libros aparte,
puedes invertir parte de tu tiempo en la construcción de la escultura que se
propone en este enlace.
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