Ahora que las Olimpíadas Paralímpicas están a punto de concluir, aprovecho un artículo publicado por RTVE para dejar una segunda entrada que relacione el deporte con la Tecnología. Aburro a mi (i)legítima con esta (pre)ocupación tonta, y me dice que el tema me obsesiona y yo, sin darle ni quitarle la razón, creo que ciertamente el asunto me ha orbitado en el magín más de lo necesario (será el verano, será que tengo poco que hacer). Ni yo ni nadie creo que estemos en condiciones de discutir los beneficios que el deporte, al menos el que se practica de forma moderada, del otro, del profesional habría mucho que decir, reporta a los seres humanos; sin embargo, la clasificación de los atletas que participan en la Paraolimpiada, la competición en igualdad de circunstancias y la homogabilidad de las marcas registradas es algo que me llama la atención. Vuelvo a agradecer una entrada de RTVE que consiguió "matarme" esta curiosidad, pues, al parecer, los participantes en estos juegos se dividen en seis grandes categorías: amputados, discapacidad visual, discapacidad intelectual, sillas de ruedas, parálisis cerebral y, por último, una categoría especial, con nombre de película, cajón de sastre en la que se mete todo lo que no cabe en los apartados anteriores, se llama, todavía no lo hemos dicho, "los otros".
El asunto no debe ser sencillo pues, al no poder competir entre sí paralímpicos con distintas afectaciones, se produce una multiplicación de las medallas disponibles que, por ejemplo en la modalidad de natación, pasan a ser, de las treinta y cuatro que se ponen en juego en las Olimpiadas convencionales, a ciento cuarenta y ocho. Por otra parte, la clasificación de los atletas en función de sus diferentes discapacidades depende médicos deportivos que trabajan para el Comité Paralímpico Internacional, lo cual, trampas y dopajes aparte, aporta la inevitable polémica asociada con el factor humano.
Pero no es esto lo que me ha traído hasta aquí, sino la relación de este tipo de deportistas tienen con la tecnología, y es que, si bien cualquier atleta trata de competir con el mejor equipamiento necesario para la práctica de su disciplina, en el caso de los atletas discapacitados el equipamiento puede constituir un elemento diferenciador a la hora de la obtención de marcas y registros, siendo evidente que aquellos deportistas que compiten por países más avanzados cuentan con ventaja sobre aquellos que proceden de países más pobres.
La cuestión no es baladí, y no sería la primera ocasión en que se decide la prohibición de utilizar un determinado artículo por la supuesta ventaja que ofrecía a sus portadores (el bañador LZR Racer de Speedo). En el caso de los paralímpicos el asunto se extiende a la calidad de las prótesis, sillas de ruedas y otras adaptaciones y, más allá, rozando la ciencia ficción, podemos pensar en ojos biónicos, chips con conexión directa entre la prótesis y el sistema nervioso, etc.
Abundando en el asunto de las prótesis y la competición en igualdad, llama la atención el caso del atleta surafricano Óscar Pistorius quien, con ambas piernas amputadas entre el tobillo y la rodilla, ha sido el primer atleta que ha participado tanto en los Juegos Olímpicos convencionales (ha sido octavo en la prueba de los 400 metros tanto en la modalidad individual como en la de relevos) como en los Paralímpicos de Londres 2012 (donde ha conseguido un oro y una plata). Pistorius, que previamente había jugado al tenis, al waterpolo y al rugby, corre con unas prótesis fabricadas en fibra de carbono del modelo guepardo (Flex-Foot Cheetah) que han sido fuente de no poca controversia pues un estudio determinó que el modelo utilizado permitía al atleta usar un 25 % menos de energía que otros corredores con dos piernas a la misma velocidad, y que además permitían hacer un 30 % menos de trabajo a la hora de elevar el cuerpo.
En fin, hay están el tema y la polémica, ahora sólo falta tu comentario.
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