El iPhone, el iPad, el netbook, la cámara digital, el ebook, conexión a internet, la Wii..., sí, lo tengo todo, ya puedo salir de casa. Si eres de éstos, si tu dependencia de la tecnología raya en enfermedad, si no puedes pasar sin el último modelo porque tiene nosécuántos megapixels y otras prestaciones que no necesitas, no lo dudes, eres un tecnofilo. Si por el contrario piensas que nuestra dependencia de los avances técnicos se ha hecho excesiva, que la tecnología no sólo nos da sino también nos quita, que falsea nuestra relación con los demás y con nuestro entorno, que nos desinforma atiborrándonos de noticias, que nos separa cuando simula unirnos, tranquilo, no estás solo, no eres el único, no serás el último. Pero tampoco el primero en aborrecer y maldecir la tecnología, en considerar los avances tecnológicos una plaga, una maldición bíblica, la peste de nuestro tiempo, el principio del fin.
El Neoludismo es una ideología que se opone férreamente a los avances tecnológicos, incluidas la informática, la revolución electrónica, la inteligencia artificial, etc. Sus partidarios sostienen que el ser humano pierde su esencia por culpa de la tecnología.
Tiene su origen en el ludismo (luddism, en inglés), movimiento obrero que adquirió auge en Inglaterra a principios del siglo XIX a partir del odio hacia las máquinas y debe su nombre al líder del movimiento en aquellos tiempos, un tal Ned Ludd (nombre real o ficticio para preservar la identidad), que fue el primero en romper un telar como protesta. El ludismo representaba las protestas de los obreros contra las industrias por los despidos y los bajos salarios ocasionados por la introducción de las máquinas. Estas revueltas eran desorganizadas y los obreros atentaban contra las máquinas destruyéndolas.
A finales del siglo XX, en plena era digital, el movimiento resurge y se renueva, embiste contra todo avance que se apoye en la informática y en la inteligencia artificial, afirma que no sólo los empresarios son unos explotadores sino que es la forma en que funciona la tecnología la que aliena tanto al explotador como al explotado, convirtiéndose, unos y otros, en partes inseparables de la maquinaria tecnológica.
La crisis económica ha resultado el caldo de cultivo ideal para el desarrollo de una corriente de pensamiento que postula que el desarrollo tecnológico, lejos de favorecer nuestro desarrollo personal, nos esclaviza y empobrece nuestras condiciones laborales y sociales. Avances como la manipulación genética, la informática ubicua o la dependencia de la tecnología para la subsistencia de la humanidad se rechazan, al considerar que desestabilizan la sociedad y someten a los seres humanos y al mundo natural al sufrimiento.
El neoludismo recoge un movimiento de resistencia al cambio digital frente a la rendición sin condiciones a las bondades de la tecnología. Artículos como el de Nicholas Carr, Is Google making us stupid? o su libro The sallows. What the internet es doing in our brains parecen haberse convertido en los textos de cabecera de un neoludismo cuyo postulado puede sintetizarse así: estamos perdiendo la capacidad de profundizar, reflexionar y analizar las informaciones que nos llegan de forma cada vez más numerosa e indiscriminada.
La reflexión neoludita sobre cómo y cuánto la tecnología favorece y/o perjudica a las especie humana también está presente en películas y libros de ciencia ficción como "Un mundo feliz", de Aldous Huxley, "1984", de George Orwell, y "Fahrenheit 451", de Ray Bradbury o "Alphaville", de Jean Luc Godard. Pero los ejemplos son numerosos y la rebelión de las máquinas, la supremacía de las mismas frente al ser humano son argumentos recurrentes en el género de la ciencia ficción para presentarnos las llamadas distopías: “Mercaderes del espacio”, de Cyril M. Kornbluth, “Metropolis”, de F. Lang, “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”, de Philip K. Dick “Yo, robot”, de I. Asimov, “Terminator” y sus secuelas…
Coda.
Dentro del movimiento neoludita, algunos expertos incluyen a Theodore Kaczynski (Unabomber), un graduado en Matemáticas por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad de California, debido a que las reivindicaciones de sus acciones estaban basadas en un odio a la tecnología y al avance que ésta propició en la sociedad en las últimas décadas del siglo XX.
Unabomber renunció a la docencia a finales de los años sesenta para irse a vivir a una cabaña construida en un bosque de Montana, en Estados Unidos, donde elaboró explosivos con los que mató a tres personas e hirió a otras 23 durante los 18 años que permaneció escondido, antes de su captura por el FBI en 1996. En ese tiempo, escribió un manifiesto donde analizaba los errores del sistema basado en la tecnología y la industria y proponía los pasos para acabar con él.
Kaczynski consideraba especialmente preocupante el tratamiento de la información por parte de los ordenadores. Opinaba que la tecnología y el sistema social que genera conllevan una pérdida de libertad de los humanos frente a estos avances. Se le condenó a cadena perpetua.
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